Mordiscos, arañazos y conductas disruptivas en los primeros años

Entre todas las situaciones que suceden entre los niños en los primeros años, y que más disgustan a las docentes en las escuelas infantiles, pese a saber que se encuentran dentro de la normalidad del desarrollo infantil, se encuentran los …mordiscos. Es lógico que estas situaciones no sean agradables ni para las educadoras, ni para las familias, tanto en el caso de que vuestro hijo haya sido mordido, como cuando ha sido vuestro pequeño el que lo ha hecho.

Probablemente en este malestar que compartimos, no solo influye el daño realizado, sino también el hecho de que, en muchas ocasiones, los adultos consideramos estos comportamientos como muy “primitivos” y por tanto solemos asociarles una intencionalidad que, en esta etapa, no tienen.

Y es que, en los tres primeros años, los mordiscos, los arañazos, los empujones… también forman parte de esas primeras formas de relación entre los niños que debemos, con cariño y acompañamiento, ir modelando para enseñarles otras formas de comunicarse, más adecuadas.

¿Por qué se producen?

Los mordiscos pueden suceder por diferentes causas, pero la que subyace en todas ellas, la encontramos en el desarrollo del cerebro del niño en esta etapa.

Los menores de tres años pueden morder, arañar, empujar… porque la parte de su cerebro encargada de inhibir conductas y de empatizar con otros (la corteza) no está aún madura. De esta forma si quiero algo que otro tiene, morder puede ser una forma de conseguirlo e incluso de defender mi juguete cuando me lo quieren quitar, sin que, en ningún caso obedezca a hacer daño a otro de forma intencionada, como a veces nos empeñamos en creer.

Debemos tener en cuenta que además de esa corteza inmadura, los más pequeños en esta etapa se expresan fundamentalmente a través de su cuerpo, con actuaciones corporales. Ya que no tienen un gran dominio del lenguaje que les permita explicar lo que quieren o necesitan de forma verbal, como nos gustaría.

Algunas situaciones en las que estas conductas son más frecuentes

Las razones por las que un pequeño puede llevar a cabo estas actuaciones impulsivas y corporales, pueden ser diversas.

Entre ellas:

  • Por malestar con la dentición, que le hacen estar más irritable y buscar calmarse utilizando la boca. Incluso hay ocasiones en las que el mordisco sucede porque otro le ha metido el dedo en la boca…
  • Porque se encuentra cansado, con sueño o con hambre… y ante ese malestar reacciona con una respuesta corporal.

  • En el caso del período de adaptación al centro escolar, los mordiscos también son más frecuentes ya que los niños se encuentran más inestables emocionalmente y pueden manifestar este malestar a través de los mordiscos o con otras conductas disruptivas.

  • Como reacción a algo que le ha molestado de otro compañero e incluso de una situación que ha sucedido y le ha hecho activar su cerebro más reptiliano. Por ejemplo, puede morder para defender un juguete que tiene, que quiere conseguir, e incluso ante la cercanía de otro niño que considera que está invadiendo su espacio o que le está molestando.

  • Y también en ocasiones pueden deberse a emociones positivas muy intensas. Por ejemplo por mostrarse muy excitado o muy contento, expresando esta emoción con un mordisco o un abrazo excesivamente efusivo que puede resultar molesto.

  • Para llamar la atención del adulto. Los mordiscos, los empujones, los arañazos… llaman siempre nuestra atención, y el cerebro del niño necesita la atención del adulto. No importa si esta atención es para corregirle. En el caso de los centros escolares hay, además, mucha «competencia» para conseguir la atención del docente ya que hay más niños, y esta puede ser una forma de conseguirla que descubre da muy buen resultado. En estas situaciones además es muy común que el pequeño nos mire mientras lo hace, como si nos dijera: ¿te estás dado cuenta de lo que voy a hacer?

  • Por imitación de otros que lo han hecho antes. En ocasiones sucede que cuando un niño muerde, empiezan a surgir otros imitadores, que conscientes de la atención que ha despertado en el adulto esta situación, buscan lograrla replicando la conducta.

  • Y a veces no hay ninguna causa, siendo una conducta “exploratoria”, que busca experimentar con la reacción de lo que sucede cuando lo hace (como haría con un juguete en el que cuando apretando un botón suena un sonido). Esto es más frecuente en niños muy pequeños o con necesidades educativas especiales.

¿Podemos evitarlos?

En gran parte de los casos no llegaremos a tiempo de evitar que sucedan, ya que sobre todo las primeras veces que lo hacen, son conductas que suceden muy rápido y son inesperadas.

Esto es algo que, en muchas ocasiones, nos desespera a las educadoras infantiles, ya que incluso aunque tengamos identificado al pequeño que muerde, no podemos evitar (ni debemos) que se relacione con otros niños y los mordiscos suelen surgir en situaciones de actividad no dirigidas sobre las que tenemos menos control (por ejemplo, en los cambios de pañal) o en situaciones de transición entre una actividad y otra.

Identificar para minimizar: causas y soluciones

Para intentar minimizar los mordiscos es útil conocer la causa concreta que los produce, ya que nuestra respuesta será más efectiva si no conocemos la causa.

  • Por ejemplo, en el caso de que se deban a la dentición podemos ofrecerles el chupete, mordedores… e igualmente podemos intentar anticiparnos cuando los mordiscos de deban a cansancio, hambre, apoyando la resolución de esas necesidades en cuanto surjan.
  • Cuando el mordisco es una llamada de atención hacia el adulto, nuestra estrategia debe basarse en potenciar esa atención cuando la conducta es adecuada, más que cuando no lo es. Para ello podemos reforzar con gestos afectuosos y lenguaje esa conducta positiva: “me encanta verte jugando tan tranquilo, ¿puedo jugar contigo?”. Si esperamos del niño una conducta positivaes mucho más fácil que se produzca (recordar, las predicciones se cumplen).
  • En el caso de que el mordisco se produzca como respuesta a sentirse molesto con otro compañero, le enseñaremos actuaciones alternativas, sencillas y ajustadas a su edad. Por ejemplo, que pidan el juguete con la mano o verbalmente si hablan, que nos pidan ayuda, que busquemos juntos otro juguete alternativo… Debemos además aprovechar estos momentos para nombrar la emoción que ha generado esa conducta, ya que para poder regular nuestras emociones primero debemos ser conscientes de ellas. Por ejemplo, podemos decir: “Entiendo que le has mordido porque querías el juguete, pero puedes pedírselo hablando (si ya lo hace), o enseñándole a extender la mano (si aún no lo hace)”.

También puede resultarnos útil acompañarles en el juego con el grupo de iguales, y modelarlo, si creemos que el mordisco sucede porque le cuesta relacionarse con sus compañeros.

Lo que SI debemos hacer

  • Mantener la calma, no dejarnos llevar por la emoción del momento. Las emociones son muy contagiosas, pero nuestra actitud va a verse reflejada en los niños. Reaccionar con gritos les asustará, mantener una actitud tranquila pero firme para manejar la situación será mucho más efectiva.
  • Separar al niño que ha sido mordido de esa situación y atenderle siempre en primer lugar. Al niño que ha mordido le diremos, con voz firme y gesto serio, pero sin gritar, que no se muerde, que morder duele (sin enredarnos en explicaciones largas que no va a entender).
  • Una vez que la situación se ha calmado y que el niño mordido ha sido atendido y se encuentra bien, pondremos palabras a lo que ha sucedido: “entiendo que estabas enfadado porque querías el juguete de … pero no mordemos, hablamos (o pedimos con el gesto de la mano si no hay lenguaje). Con niños más mayores (4-6 años) y una vez que se ha recuperado la calma podríamos preguntarle qué podía haber hecho en vez de morder.
  • Reforzar los comportamientos adecuados para minimizar los que no lo son. A todos los niños les gusta agradarnos, solo que a veces no saben cómo hacerlo.
  • Igualmente, también debemos enseñar al niño que ha sido mordido a defenderse utilizando el lenguaje (“no me gusta”) o el gesto, diciéndole que no con la mano.

Lo que NO debemos hacer

Con el niño que muerde:

Aunque debemos asegurarnos de que el pequeño ha entendido que su conducta (no él) no ha sido correcta, ahora que ya sabemos que los mordiscos y otras conductas inadecuadas, se producen por inmadurez cerebral, castigarle por no poder controlar sus impulsos por la edad que tiene, no parece lo más justo. ¿Verdad?

Por ello debemos evitar:

  • Castigarle (ni físicamente, ni con rincón de pensar o similar): Debemos convertir la situación en un aprendizaje, más que buscar que el niño se sienta mal por algo que no hace de forma intencionada. Etiquetarle o dejarle en ridículo delante del resto de los niños, o confundir lo que el niño hace con lo que el niño es (no es malo, su conducta no ha sido adecuada) nunca es una buena idea.
  • Ignorar la conducta cuando sucede para que no se repita. En estas situaciones no solo no podemos obviar la situación, si no que el niño tiene que entender que no debe actuar así y enseñarle otras formas alternativas de expresar sus emociones.
  • Preguntarle por qué lo ha hecho, recordemos que es una conducta impulsiva, no racional. No sabe porque lo ha hecho ni puede contestarnos aún. El hecho de preguntarle no va a hacer que pueda reflexionar sobre ella o racionalizarla. Mejor reforzar lo que sí puede hacer cuando se siente mal en el momento en que se produce el conflicto.
  • Reaccionar de forma exagerada. – nosotros somos los adultos y somos los que debemos mantener la calma, reaccionar con gritos solo logrará asustar a los niños y no nos ayudará a resolver la situación.
  • Hablarle de esta situación en otros momentos. Evitar hablarle de ello al recogerle de la escuela o comentarlo con otros familiares con el niño delante. Tanto porque, aún con la mejor intención, podemos reforzar la conducta al conseguir un “extra” de atención también fuera del ámbito escolar, como porque el niño por su edad ya ha olvidado este incidente y no debemos volver sobre él. En las escuelas infantiles os lo contamos para que estéis informados, pero en ningún caso para que se lo recriminéis después.

Con el niño que ha sido mordido debemos evitar:

  • Obligarle a aceptar un beso, abrazo… del niño que le ha mordido. Ya que respetar sus emociones también incluye que se proteja y no desee en ese momento, recibir el beso del que le ha mordido. Respetemos su decisión si no desea ese acercamiento.
  • Recordarle que le han mordido, los niños dan importancia a lo que nosotros le damos. El hecho de repetirle en casa o en otros momentos de la jornada escolar, que le han mordido, solo puede lograr que algo que probablemente no vivió como traumático, le acabe asustando.
  • Preguntarle quién le ha mordido. Es una información que no nos interesa, porque sabemos que solo son niños, y puede hacer que el niño tenga miedo de ese compañero e incluso que le culpe de otros mordiscos incluso cuando no haya sido él (esto es algo mucho más frecuente de lo que creéis, a veces culpan a niños que no han estado en el aula).

En definitiva…

Los mordiscos, al igual que otras situaciones disruptivas que se producen entre los niños, también forman parte del desarrollo y de esas primeras interacciones sociales que comienzan en nuestra etapa y que, poco a poco, tienen que ir aprendiendo a modelar y a ajustar.

Nosotros como adultos responsables, no siempre podemos evitar que sucedan situaciones que nos disgustan, pero sí debemos ayudarles a ir solventando estas situaciones dotándoles de recursos, con paciencia, afecto y siendo modelos adecuados. Todo un reto, que, sin duda, nos dará muy buenos resultados en el futuro.

Ana Muñoz

Pedagoga especializada en Educación y Neuropedagogía infantil

https://neuropedagogiainfantil.com/

 

C/Luis Mitjans, 29 - 28007 Madrid - Madrid

91 433 93 79 escuela@kidsretiro.com

Kids Retiro Escuela Infantil
Copyright © 2018 | Política de privacidad | Política de cookies  | Aviso legal